LA VERDADERA ESENCIA DEL DOBOK: EL UNIFORME Y SU RAZÓN DE SER – SIGNO DE LA DIGNIDAD DEL TAEKWONDO

En estos tiempos que corren, mucho se habla de los Doboks, sus diseños, gustos y distintos tipos de usos. De hecho, en apenas un par de décadas, hemos pasado de no preocuparnos para nada de ellos, a encontrarnos con una diversidad nunca vista antes.

Que si Doboks “oficiales”; que si Doboks más o menos “tradicionales” (voy a saltarme deliberadamente qué se entiende por dobok Tradicional); que si Doboks para competición de Kirougui o de Poomsae; que si Doboks de colores blancos, amarillos, negros, azules o rojos; que si Doboks “pijama” con tejidos de última generación, más cercanos a la Astronáutica que al Arte Marcial … sin olvidar, por supuesto, la amplia gama de Doboks “independientes” de escuelas vinculadas a una determinada Asociación o Kwan que representan un signo identitario de pertenencia.

Y si no teníamos suficiente, como si de un mantra religioso se tratara, en múltiples ocasiones se incide, -a veces incluso dentro de acalorados debates-, en las “profundas” (para algunos) connotaciones filosóficas y/o simbólicas que encierran dichas prendas entre costura y costura, relacionadas con conceptos místicos como la idea de pureza o el origen del Universo y la posición del Hombre en el círculo de la creación, de la interpretación del Yin y el Yang y, cualquier día de estos, también con los viajes astrales e interespaciales concediéndole poderes sin igual a sus portadores. Por representar ser más puros, más elevados o yo qué sé más de todo.

Pero bromas aparte, pues siempre es bueno reírse de uno mismo, y salvando mi más profundo respeto a las tradiciones, así como a los distintos cambios sufridos en los usos del Dobok como vestimenta oficial de las versiones de Taekwondo que practiquemos, con tanta marabunta de gustos y disgustos, a muchos se les ha olvidado ya el fín último del uso real de esta excepcional prenda Marcial y que, para mí, representa su verdadera esencia primigenia.

Y es su papel fundamental como signo de la DIGNIDAD del practicante así como, a su vez, la PRINCIPAL herramienta de trabajo de todo Taekwondista o Artista Marcial que se precie.

Me explico. Ya durante los primeros tiempos del “karate coreano”, -y seguramente como vestigio de prácticas anteriores a la implantación del sistema de colores en los cinturones heredado del Judo y del Karate y lejos del mercantilismo actual derivado de los mismos, o simplemente debido al empobrecimiento de Japón y Corea tras la Segunda Guerra Mundial-, en los Dojangs solamente había cinturones blancos o negros y se asociaba la mayor o menor antigüedad y/o supuesta destreza de los practicantes en función de lo sucio y degradado que se luciera el Dobok, pues este era la prueba clara de que el alumno había superado con creces los duros entrenamientos impuestos por su Maestro. A más harapiento, mayor era, por tanto, el sacrificio que había tenido que demostrar su portador.

Todavía recuerdo hoy, como si fuera ayer, las hipnotizadoras e impactantes palabras al respecto, de uno de mis primeros Maestros Coreanos y miembro de la Chung Do Kwan, el Gran Maestro 9º Dan, Ji Young Ku (que en Paz descanse), cuando después de los entrenamientos en su pequeño gimnasio de Barcelona, me sentaba con él a comer Kimchi casero y a escuchar sus historietas de juventud y él me contaba con voz pausada cómo, cuando él empezó a entrenar en su Corea natal, los alumnos formaban las filas, no por el color de su cinturón, sino por lo amarillento de su dobok, signo de que habían trabajado más que el resto y llevaban más tiempo asistiendo a las clases.

Y que, tras varias horas de práctica, el verdadero entrenamiento no empezaba hasta que no habías vomitado por lo menos una vez. Y solamente tras mínimo 4 años de duro trabajo, tu Maestro, decidía que estabas preparado para recibir el Cinturón Negro y directamente cambiaban el Blanco por el Negro como símbolo de la superación de todas las adversidades vividas durante todo ese tiempo.

Foto de 1961 del GM Ji Young Ku, sentado por la derecha, en una foto de grupo de la Chung Do Kwan, donde aparece su presidente por aquel entonces, el GM Uhm Woon Kyu. Podemos ver que todos llevan Dobok blanco abierto más cercano al Karategui que a lo que conocemos hoy en día.

Y en mi mente soñadora y llena de gestas épicas de las películas de Artes Marciales, de un crío de 18 añitos recién cumplidos que se aventuraba en esto del Taekwondo por allá mediados de los años 90, me imaginaba esos entrenos casi como severas instrucciones militares regadas de ríos de sudor, sangre y vómitos, donde la flaqueza no era una opción y los hombres ponían al límite sus fuerzas hasta la absoluta extenuación poniendo en riesgo sus propias vidas. Por lo que conservar esos Doboks rozaba la veneración por todo el padecimiento y perseverancia que representaban a sus espaldas. De ahí lo de ser signo de Dignidad.       

Así mismo, hemos de recordar también que los Doboks antiguos eran prendas derivadas de los Judoguis y los Karateguis japoneses, por lo que no es difícil imaginar, que eran indumentarias confeccionadas con un 100% de algodón mucho más robusto y mucho más pesado que el de los actuales trajes, pues debían ser resistentes a los duros y estrictos entrenamientos de los que hemos hablado.

Y esto mismo, les confería una relevancia mucho mayor que la de la simple usabilidad de los doboks de hoy en día donde predominan los diseños y mezcla de tejidos tecnológicos pensados en ganar en comodidad y confort para los practicantes modernos. Enfocados más en que ayuden a la competición deportiva por sentirlos como una segunda piel, más que atender a la “purificación” del cuerpo y el alma perseguida con anhelo por los guerreros de antaño.

Foto de portada de finales de los 60, del libro “Le Taekwon-Do” del GM Lee Kwan Young, miembro de la Chung Do Kwan y pionero del TKD en Francia, donde podemos ver un ejemplo de Dobok abierto tradicional de la época, donde se puede intuir que se trata de un Dobok más fuerte que los actuales.

Desde mi punto de vista personal, dejando a un lado tanto las connotaciones filosóficas taoístas y budistas como los distintos estilismos asociados a las modalidades de práctica deportiva, la importancia del uso del Dobok ha de residir precisamente en su capacidad intrínseca de ser una excelente herramienta de trabajo para el entrenamiento integral de un verdadero Artista Marcial.

Y no quiero decir con ello que tengamos que volver a esos entrenamientos que rozaban el masoquismo y que sufrieron nuestros antepasados, sino que, en primer lugar, se trata de una prenda que nos va a acompañar durante largo tiempo en nuestro camino de introspección, perfeccionamiento y aprendizaje personal. Por lo que no podrá ser una prenda cualquiera al uso como si de un calcetín se tratara. Y en segundo lugar, un buen Dobok ha de mantener el correcto grado de equilibrio entre maniobrabilidad e incomodidad, de manera que suponga una carga asumible para el practicante y le ayude a estar siempre atento y alerta a sus limitaciones y centrado en mejorar las técnicas, convirtiéndose así en nuestro mejor aliado para el entrenamiento y para la vida real.

Me vuelvo a explicar al respecto de esto último.

Hace un tiempo, en una conversación con una amiga “taekwondista tradicional” sobre los problemas de insatisfacción que tenía al realizar ciertos movimientos y técnicas, me comentaba que la “culpa” de que no progresara con la rapidez que ella pretendía, era de su Dobok porque se sentía muy atada e incómoda y le costaba mucho hacerse al él y ejecutar las técnicas y por esa razón, comentaba que ojalá su Dobok fuera más cómodo y liviano y sugirió poder cambiarlo por otro menos “molesto” y rígido.

Yo le expuse mi opinión al respecto, (al mismo tiempo que recordaba cómo me sentía exactamente igual con mi primer Dobok de la marca HanGuk que pesaba como una mole), y le comenté que pensar de esa manera era un grave error bastante común y que un Dobok, no debía estar confeccionado para ser “cómodo”, sino que el grado de incomodidad debía ser suficiente como para simular una situación más o menos real en la que fuéramos vestidos de ropa de calle y nos viéramos comprometidos y forzados a usar la violencia, (llevando puestos, por ejemplo, unos vaqueros o una chaqueta) permitiendo desarrollar las diferentes técnicas aprendidas en el Dojang sin tener que pensar en la ropa que llevemos en ese momento como un impedimento insalvable para pegar bien o no esa patada o ese otro puñetazo, etc.

Además, reforcé la justificación que le di alegando que, el hecho que un Dobok tenga cierta incomodidad porque resulte más pesado, áspero y/o rudo, nos ayuda a nivel muscular generando una resistencia mayor a la que se va amoldando nuestro cuerpo y que, a la larga, hará que el practicante, cuando lleve una prenda mucho más ligera, como es el caso, por ejemplo, de los combates de competición deportiva, pueda ejecutar las técnicas de forma mucho más rápidas y ágiles, aumentando su eficiencia de forma significativa.

Foto de un servidor ejecutando un Tuio Yop Chagui con el Dobok Gran Master de Mooto

En definitiva lo ideal sería que, desde un principio o, por lo menos, durante los primeros años de práctica en los que es fundamental que nuestro sistema musculo-esquelético adquiera la memoria muscular básica que nos acompañará toda la vida a lo largo de nuestro Camino Marcial, el Dobok resulte una prenda sobria y eficaz, que nos ayude en el desarrollo de nuestras capacidades a todos los niveles, tanto físico como mental. Pudiéndose complementar perfectamente estos Doboks más pesados y robustos con Doboks más ligeros, pensados para facilitar la ejecución fluida de las técnicas durante las competiciones. Pues no tienen por qué ser incompatibles. Y su uso inteligente ha de ser independiente de colores, marcas o modas.

Pero en mi caso, yo tengo claro qué tipo de Doboks seguiré enfundándome. Y son aquellos que me permitan SENTIR lo que hago, sea durante un combate o durante el excelente y necesario ejercicio de las formas.

Y de momento, sin lugar a dudas, ahora mismo esos Doboks son los de Mooto.

Ganarse la dignidad de su uso y explotarlo como buena herramienta de trabajo, ya corre a cargo del fervor del practicante, porque un simple Dobok por sí solo, no nos hará mejores ni más capaces, por mucho que nos lo creamos o nos empeñemos en parecerlo.  Un saludo Marcial.


© 2021 José Antonio Iniesta Navarro, todos los derechos reservados sobre el texto.
En exclusiva para agentesdeohdokwan.com

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